Costa da Morte, de Baio a Muxía.
A Costa da Morte…¡Perdón! Costa da Vida es un lugar increíble en el que se unen tierra y mar. Y esa unión, como muchas relaciones, crea unas escenas tormentosas que modelan el paisaje agreste de una forma increíble, pero cuando esa relación es placida nos invita al sosiego con parajes paradisíacos.
Nos vamos de ruta a descubrir algunos de esos lugares para conocer el espíritu de esa tierra tan agreste y que ha sido pulida por los embates del mar en los días de temporal. Una tierra con un carácter muy especial y que ha dado a las gentes de esa tierra un carácter luchador ante las adversidades. Ellos saben que después de toda galerna llega la calma y la vida sigue ¿igual? No, nos ha hecho más fuertes, más sabios y quizás, solo quizás, aprendamos a valorar lo que tenemos.
Empezamos este viaje de descubrimiento en el que dicen que es el pazo más antiguo de Galicia. As Torres do Allo, cuyos orígenes datan del siglo XVI y tras sucesivas reformas han dado lugar a un hermoso edificio con dos torres unidas por un cuerpo central.
En su interior nos encontramos un museo etnográfico de acceso gratuito que nos da a conocer mas sobre la vida en el pasado cuando no había internet y la gente se dedicaba a sobrevivir como podía de la tierra. Recorrer sus hermosos jardines, donde destaca su abeto de Vancouver en el que os recomiendo meteros bajo sus ramas y robar un beso.
Dar un paseo hasta el palomar situado cerca de las viejas viviendas de los caseros o dar un romántico paseo hasta la fuente de San Ramón por una hermosa vereda y repetir lo del beso.
Y ya que estamos, acercarnos a la cercana iglesia de San Pedro do Allo y disfrutar de la rareza que supone en una iglesia gallega las esculturas de Adán y Eva talladas en su fachada que flanquean la puerta de entrada.
Nuestra siguiente parada es en el Castillo de Vimianzo del siglo XII para sentirnos como caballeros y cantarle a nuestra amada esta copla: “ Amor sal ya, que este trovador se esta asando de calor”. El acceso es gratuito y podemos recorrer sus murallas, subir a la torre y disfrutar de los artesanos en acción y comprar algún detalle a quien le robaste el beso en las Torres do Allo. Ahí lo dejo.
Nos subimos al coche, ponemos la música a todo volumen, dejamos calentar el motor y enfilamos hacía Camariñas. Disfrutando de la conducción, negociando las trazadas, estirando las marchas para limpiar la carbonilla del motor después de soportar mucha ciudad. Antes de llegar a la capital del “encaixe” nos desviamos a la derecha hacia el Cementerio de los Ingleses. La carretera se estrecha, las curvas son más cerradas, hay que ir afinando el pilotaje pero te sientes muy bien descubriendo con tu maquina paisajes únicos. Dejamos el asfalto atrás y nos metemos en un camino de tierra, ¿quien dijo miedo? Por un momento te sientes pilotando en las polvorientas carreteras camino de Dakar. El coche responde a las mil maravillas, las pistas de tierra son su elemento y de repente llegamos al mar con vistas increíbles como el monte Blanco que se aprecia que es arena en su mayoría.
Llegamos al borde de una pequeña construcción donde están enterrados los náufragos del Serpent, un crucero ingles que embarranco una noche de galerna en ese pedazo de costa tan brava y generosa al mismo tiempo. Ahí yacen los restos de la mayoría de la tripulación del desafortunado buque, solo tres marineros pudieron contarlo.
Seguimos ruta por la pista de tierra a nivel del mar, en una costa agreste y sin urbanizar, pequeñas calas, algún pinar, hasta llegar al imponente Cabo Vilano y su faro. El primero con luz eléctrica de España y que pagaron los ingleses para hacer mar segura la navegación por la costa a finales del XIX. Dentro hay un pequeño centro de interpretación y una cantina por si nos apetece tomar un “guarisnai” en el patio de la terraza.
Llegamos a Camariñas donde podemos dar un paseo por su puerto, hacer encaje o degustar un excelente pulpo en sus tabernas o momento terraza para tomar un digestivo.
Abandonamos el puerto y bordeamos la hermosa ría en dirección Muxía pero haremos varias paradas antes. Primero en el precioso pueblo de Cereixo. Os recomiendo dejar el coche al lado de las Torres de Cereixo y su iglesia. Su fabrica actual data del siglo XVIII y tiene un aspecto de fortificación debido a sus torres almenadas. Es privado y no es posible su visita.
Bajad hasta su pequeño paseo fluvial que desemboca en la ría al lado de un molino de mareas y de río según fuese la disponibilidad de agua. El pueblo esta muy bien conservado con hermosas casas señoriales en piedra y sin apenas feismo que ha arruinado tantos pueblos gallegos. Os recomiendo sentaros en el murete exterior de la iglesia y disfrutar de las vistas del paseo y la ría.
Volvemos a nuestra fiel montura, carretera de curvas y buen asfalto, y ¿si ponemos la Cabalgata de las Valquirias? Y después la obertura de Guillermo Tell…Hacemos una parada en un pequeño templo muy interesante, San Martiño de Ozon. De origen románico con una interesante espadaña lateral y en su parte posterior con dos hermosos ábsides. Para acceder a la parte trasera debemos pasar bajo un hermoso arco gótico que lo une con la antigua casa rectoral.
Muy cerca tenemos el majestuoso Monasterio de Moraime, dedicado a San Julián y que data del siglo XII. Su fabrica consta de tres naves rematadas con sus ábsides. posteriores y en los que destaca sus hermosos frescos medievales que nos explican los siete pecados capitales. Una autentica obra de arte del románico gallego. Es parada obligada, no os arrepentiréis.
Y cerramos este viaje sentimental en Muxía, hermoso pueblo marinero y donde se encuentra uno de los santuarios de referencia en el imaginario gallego, A Barca. Situado frente al poderoso Atlántico donde bate con fuerza y nos recuerda la fuerza de la naturaleza. Enfrente se encuentran dos piedras mágicas, la piedra de abalar y a dos “cadrís” a las que se le atribuyen propiedades curativas.
Una recomendación, sentarse a la puesta de sol y disfrutareis de un juego luces únicos. mientras el Dios Horus se hunde en mar. Puede que tengáis suerte y veáis el legendario rayo verde mientras se escucha a Enya susurrar con etérea voz en “ Evening Falls”
Y hasta aquí este viaje sentimental por esa Costa da Vida, ha sido un placer haceros de guía.
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